domingo, 17 de junio de 2012

Pobres delinquen, ricos hacen travesuras






Pobres delinquen, ricos hacen travesuras

Junio 13th, 2012  por Abdel Fuentes
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“Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer”. Rubén Darío.
Recientemente  más de 100 jóvenes menores fueron sorprendidos libando licor en La Calzada de Amador. Todos viajaban a bordo de bares móviles, las conocidas chivas parranderas. Algunos promotores prefieren llamarles“discotecas o rumbas sobre ruedas”. Al principio figuraban como un servicio turístico, pero con el tiempo se han agregado otras variantes al concepto inicial. Sus vendedores o representantes ofrecen, desde celebración de cumpleaños, despedidas de solteras y quince años, hasta reuniones escolares, universitarias y familiares, incluyendo lo que algunos califican como cualquier excusa para compartir con amigos.
En algunos casos, los precios por “la rumba sobre ruedas” van desde 400 dólares hasta 800, dependiendo de los planes. Hay incluso para menores. En una de las páginas en internet, uno de estos negocios ofrece a los jóvenes, open soda y no open bar. Por lo menos eso es lo que figura en el anuncio.
La sorpresa sobre la retención de 142 menores, hecha pública en los medios de comunicación, parece ser una película conocida, solo cambian los escenarios y protagonistas.  Estos menores tienen edades que oscilan entre  13  a 17 años, etapa complicada por la denominada pubertad. Es una fase que transcurre entre la adolescencia y la juventud.  Son niños transformándose en jóvenes menores. Según la Organización Mundial de la Salud –OMS-, el periodo transcurre entre los 10 y 19 años.  En la adolescencia también se registra una transición sicológica y social por el cambio que ocurre entre la niñez y la vida  adulta.  Es una etapa difícil. Todos pasamos por ella, aunque los más santos, parecen haberla olvidado.
Es complejo entender y ayudar a niños camino hacia la edad adulta, lo más fácil es juzgarlos. También lo es ser padre, porque a nadie le enseñan cómo actuar en este oficio natural. La vía de soluciones recorre mejores senderos, atravesando opciones de educación, pero educando de cerca, no de lejos. Es más solidaridad que simple docencia o sermoneo religioso. Es algo así como recordarnos a nosotros mismos cuando fuimos jóvenes, en lugar de autoproclamarnos dioses o jueces, verdugos implacables sin conciencia.  Quizá por ello me perturba escuchar a colegas y a otros profesionales proferir expresiones duras contra los jóvenes cuando son encontrados en actos supuestamente escandalosos. Pocos son los que ofrecen alternativas fundamentadas en análisis científicos. Solo suelen jactarse del buen ejemplo por la conducta de sus hijos, en el caso de los que son padres, pero poco sabemos de qué ocurre cuando las puertas de sus casas se cierran.
No pretendo hacer una apología de las travesuras de los jóvenes menores, que igual ocurren en todos los entornos, pero sí llamar la atención por lo que parece ser la influencia que ejercen los factores socioeconómicos para que colegas y conciudadanos  se escandalicen, cuando los chicos pobres, los hijos del barrio, incurren en lo indebido.
Los otros jóvenes, muchas veces formados en esferas de sutileza y rodeados de bienes y comodidades que no tienen los chicos del pueblo, también presentan complejos, confrontan dificultades y traspasan las fronteras de lo ético y legal.
Qué ventajas tienen algunos de esos jóvenes, con mejores condiciones económicas sobre los hijos del obrero, la ama de casa, el maestro,  o el trabajador del aseo?  Al parecer su condición social, el apellido que llevan, la escuela donde estudian, el lugar dónde viven, su origen étnico o quizás el carro que manejan.
Pero por qué pareciera que cuando los hijos del pueblo hacen lo indebido son tratados como delincuentes y en el caso de los niños de apellido solo son travesuras? Quizá porque aquellos casos no están al alcance de algunos medios. De una forma u otra, todos son nuestros jóvenes. Ambos hacen travesuras y transgreden la ley. Las desviaciones y el delito no discriminan razón social, ni preferencia de barrios. Tanto en un caso como en el otro, algunos de esos jóvenes consumen drogas, y no solo me refiero a la cocaína, marihuana y otros estupefacientes, también al alcohol. Se ha preguntado alguna vez por qué estos menores se ven atraídos por el alcohol? Seguramente por la misma razón por la que un adulto lo consume, por los efectos y la supuesta liberación que les produce.  Entonces, juzgarlos es  hipocresía o doble moral?
Según un informe de la OMS del 2011, unos 320 mil jóvenes, entre 15 y 29 años mueren por causas relacionadas con el consumo del alcohol. El informe agrega que el consumo de esta droga legalizada está relacionado con problemas de índole social y del desarrollo, en particular la violencia, el descuido y maltrato de menores. En América, el consumo de alcohol ocupa el primer lugar entre los factores de riesgo de enfermedades y discapacidad.
Todos somos responsables de los jóvenes. Esto involucra a los miembros del estado en su conjunto, es decir, gobiernos y sociedad.  Nuestra tarea mayor, la cual es compleja, es ayudarles. Cortarle los espacios, restringirlos sin razón y actuar como dictadores, no resuelve la crisis, la agrava y alimenta. Pero no cambiemos los valores, ricos y pobres delinquen y hacen travesura, atendamos su grito de auxilio en lugar de abandonarlos.