Un diario de la localidad publicó el
sábado 26 de enero una
entrevista en
la que el diputado Popi Varela, hermano del aspirante
Juan Carlos
Varela, confiesa su veneración por George Bush padre, el
mismo que
como presidente de los Estados Unidos ordenó la genocida
invasión de
diciembre de 1989 y el consiguiente asesinato de siete mil
o más
ciudadanos .A la pregunta de… a qué político más admira? Sin
pensarlo dos veces respondió, a George Bush Padre.
No es de extrañar que personajes como el
aludido, perteneciente a
la clase privilegiada,
muestren su adoración, producto del
agradecimiento
hacia lo que representa el imperialismo para sus particulares intereses, pues se trata de
gente sin conciencia patriótica, despojada
de sensibilidad humana. Su
respuesta no es otra
cosa que la
evidencia del desprecio que sienten hacia el ultrajado
pueblo, pues
tácitamente aprueban que la soldadesca yanqui haya ejecutado
el baño de
sangre y su secuela de daños personales a
miles de
familias panameñas que registran víctimas de la criminal
invasión.
Carniceros como Bush, padre e hijo, son
iconos de los
elementos
enquistados en el entramado de la política partidista,
que
despiertan, en la sociedad, el repudio hacia aquellos
que, a nombre
de una falsa democracia, pisotean las esperanzas de
redención popular.
La burla que estas declaraciones
representan para los compatriotas caídos durante la
genocida
incursión del
ejército estadounidense, tiene que ser cobrada más
temprano que tarde por el electorado que señala con el
dedo acusador a
quienes,
armados de servilismo y conducta genuflexa,
se lucen como cipayos y lacayos del imperio.
Dime a quien alabas y te diré quien eres.
Con qué cara pueden presentarse individuos
de esta laya ante los votantes panameños a solicitarle apoyo a sus
candidaturas, si de sus labios no salen planteamientos identificados con las
necesidades y aspiraciones de la mayoría, sino palabrería hueca y demagógica.
Utilizan la politiquería como trampolín para el logro de posiciones desde las
cuales no velan por el bienestar de la nación, sino por el desmesurado
enriquecimiento que les proporcionan las cuotas de poder que le regalan en las
urnas los ciudadanos que ingenuamente creen en sus promesas y cantos de sirena.
Se impone, entonces, la toma de conciencia por parte de quienes ejercen el
sufragio para barrer del panorama electoral a mercaderes y farsantes.
Tremenda contradicción la de llamarse
“panameñistas” cuando verdaderamente son gringueros o gringuistas.
Euclides Fuentes Arroyo, ced.
7-44-677, 30 de enero de 2,013.