La maravilla tecnológica de Internet, a través del ilimitado espacio que da a los hombres sin ataduras mentales y económicas, para que expresen su sensibilidad hacia el ser humano, se consolida ahora como la herramienta capaz de mantener a salvo uno de los derechos fundamentales reconocidos universalmente: La Libertad de Expresión.
No obstante, los avances cibernéticos que siguen perfeccionándose, mantienen angustiados a los todopoderosos que creyeron que sus grandes fortunas y los multimillonarios consorcios que les permiten explotar para beneficio de una minoría, las inmensas riquezas acumuladas a lo largo y ancho del planeta, sería para siempre. Cada vez les está resultando más difícil garantizar y mantener un sistema absolutamente injusto. Por eso mismo intentan, y seguirán haciéndolo, silenciar, o al menos, neutralizar la importancia y el impacto de esa libertad.
Gracias a Dios que así como hay quienes sólo tienen en su horizonte la avaricia por controlar y manipular con su dinero la voluntad del hombre, hay también seres humanos que se elevan hacia estadios superiores, con la convicción de que otro mundo fraternalmente solidario, sí es posible. Ellos, se despojan de egoísmos y comparten sus recursos que alcanzan a otros que no disponen de medios para la inversión en proyectos que beneficien al prójimo. Están convencidos que hombres y mujeres nacemos desnudos, sin cadenas, y que somos muchos más los que vivimos en un nivel de dignidad que hace soportable la pobreza, en la certidumbre de que la bonanza material no podrá acompañarnos al partir de este mundo.