Por Euclides
Fuentes Arroyo
Fueron catorce años de lluvia incesante de
vituperios lanzados por el poder económico de una burguesía dueña de la
maquinaria mediática para envenenar el ambiente. Producto del odio de una clase
explotadora que secularmente enajenó las riquezas naturales de Venezuela para
provecho del imperio y los negocios de los suyos. El abrazo que le dio a las
masas irredentas, al estilo de José Martí cuando dijo que “con los pobres de la
tierra quiero yo mi suerte echar”, fue causa suficiente para desatar la furia
de los poderosos.
La gran prensa del continente se hizo eco,
inmediatamente, al propalar las mentiras y diatribas de las corporaciones
antinacionales al servicio de los intereses extranjeros que succionan las venas abiertas de América
Latina, al decir de Eduardo Galeano. Acá una sociedad aletargada por la cansona
propaganda de los corifeos del neoliberalismo tuvo que soportar la
charlatanería de quienes embutidos de “comentaristas” saturaban el entorno con
la baba de sus denuestos.
Erradicar el analfabetismo, promover la
educación superior, atender con salud gratuita las necesidades de miles de
niños, mujeres y ancianos que durante los gobiernos oligárquicos fueron
condenados a morir sin remedio, bajar significativamente la tasa de mortalidad
infantil, disponer los recursos del petróleo para programas sociales que han
garantizado mejores salarios y reducido los niveles de pobreza, fueron motivo
suficiente para condenar el proyecto revolucionario del Comandante bolivariano.
Había que liquidar el ejemplo, enfilar las
baterías con todos los hierros y así las cosas las cadenas nacionales e
internacionales de radio y televisión se dieron a esa tarea. Nos tocó ver la
penosa escena de una colega de CNN increpada por el Presidente Chávez por
dejarse utilizar en este despropósito.
El espíritu noble de muchos que dicen
llamarse cristianos, dio paso al pecado de desear la muerte del prójimo en las
últimas semanas del hombre que luchaba por su vida enfrentándose a ese cáncer
tan maligno como el odio de sus enemigos. Mostraron el cobre de su enanismo
mental gentes que uno suponía tenían un ápice de humanidad.
Dice la canción de Alí Primera que los que
luchan por la vida no pueden llamarse muertos. Los millones de venezolanos que
hemos visto desfilar ante el féretro del invicto Comandante Hugo Rafael Chávez
Frías, es la sonora bofetada a la ignominia de los vende patrias de todas las
latitudes. Las lágrimas y las consignas de las mayorías populares al despedir a
su conductor, tienen que preocupar a aquellos que todavía, no alcanzan a
entender ese clamor de nuestras juventudes que ha vuelto a repetir en nuestras
calles la advertencia de nuevas generaciones que saben que sí es posible otro
mundo más justo. “Alerta, alerta, alerta que camina, el anti imperialismo por
América Latina”.
Panamá 9 de
marzo de 2,013 Euclides Fuentes
Arroyo, ced. 7-44-677