Desde hace más de treinta años los científicos han estado advirtiendo
los daños que se ocasionan al medio ambiente y en todos los pueblos del mundo
esa advertencia cae en los oídos sordos de quienes detentan el poder. Los
desastres naturales que ocasionan miles y miles de pérdidas humanas y
perjuicios irreversibles a la naturaleza se incrementan por culpa de los que
lucran con la destrucción del entorno ambiental.
Los gobiernos de nuestros países parecieran estar en manos de gentes que
dentro del cráneo en vez de materia cerebral, lo que tienen es materia
fecal. Vea no más que las organizaciones
ambientalistas y sociales denuncian que proliferan la extinción de manglares
que desmontan la protección de las costas, rellenan espacios robados al mar y levantan
barriadas que engrosarán los bolsillos de gente adinerada que no sacia su
hambruna de billetes aunque ello represente zozobra, inseguridad , dolor y
muerte.
Indígenas y campesinos que por siglos han
vivido y trabajado en las tierras de sus antepasados son perseguidos, acosados
y a punto de ser desalojados porque graciosamente la casta parasitaria que
sostiene la política inhumana del despojo, aprueba concesiones mineras y de
destrucción de ríos y vegetaciones para darle paso a hidroeléctricas que ni
siquiera son capaces de dotar de energía a esas comunidades. Lo más grave es
que si protestan el gobierno que ya contabiliza como “hazañas” represivas el
asesinato de varios aborígenes, los hace víctimas de sus abusos. Hasta
organismos de Naciones Unidas que se han involucrado en los reclamos de estos
panameños, señalan que los estudios de impacto ambiental evidencian fallas
notorias y aconsejaron la paralización de las obras. No obstante la voz
absolutista del mandamás se jacta, dándose golpes de pecho, de que este país
vive en democracia cuando ni siquiera ha consultado con los afectados, mucho
menos escuchado su palabra.
Ahora está promocionándose aquí y
en el exterior, otro proyecto similar en las orillas del canal, en áreas de
Amador, con la complicidad de políticos panameños que se hacen los sordos y los
mudos ante el clamor de la ciudadanía, consciente del mal que provocarán con
fastuosos complejos de edificios para explotación comercial
Los pueblos hermanos del Asia han sufrido las consecuencias de la
factura que han pasado los océanos al
despojo de lo suyo. La tragedia vivida por Filipinas es la última prueba del
requete zarandeado cambio climático provocado por los excesos del hombre en su
afán destructivo del ambiente que nos proporcionó el Divino Creador.
Documentales sobre el descongelamiento de los glaciares, gráficas de la devastación de bosques por
manos criminales sobre millones de
hectáreas y tantas otros ruegos por la protección del sistema ecológico no
calan en la conciencia de quienes priorizan la consecución de dinero a costa de
la sufrida humanidad.
Estamos casi convencidos que los gobernantes de turno que permiten más
que ninguna otra administración pública piensan que, a la hora de su muerte, se
llevarán a la tumba las lujosas mansiones, las riquezas mal habidas y toda la
bonanza que este crimen de lesa humanidad les proporciona. Lógicamente
ese es el mejor consejo que le suministran las neuronas putrefactas que habitan
dentro de sus masas encefálicas.
Euclides Fuentes Arroyo.
Panamá 15 de
Noviembre de 2,013 ed. 7-44-677