martes, 7 de diciembre de 2010

EL PERIODISMO TIPIFICADO COMO DELITO

por Euclides Fuentes Arroyo
     La divulgación de los asesinatos perpetrados por soldados estadounidenses de dos periodistas de la agencia Reuters y otros civiles en Irak, por parte de Julian Assange a través de su sitio Wikileaks  en internet, han servido para que los voceros del imperio hayan decretado tipificar como delito la tarea del periodismo comprometido con la sagrada norma ética de divulgar la vedad.
    La complicidad de casi todos los gobiernos del planeta con los excesos de un verdadero terrorismo de Estado, que es el que practica el gobierno de Estados Unidos con sus invasiones a países de todos los continentes del mundo a quienes ellos someten para satisfacer sus muy particulares intereses, ha quedado al descubierto con las documentadas informaciones que, para bien de una humanidad no subordinada a la mentira, ni a la propaganda imperial, ha diseminado por todo el planeta el colosal trabajo del periodista Assange.
   Porque no sólo Wikileaks nos ha enterado de los crímenes de guerra perpetrados por la soldadesca yanqui en Iark y Afganistan,  y de finales del 89 e inicios del 90 en Panamá, hechos por mucha gente conocidos pero no divulgados en sus detalles sino hasta ahora, sino que evidencian el grado de abyección de los conductores de países que no se han erguido para poner un alto a la entronización de la conducta criminal en sustitución de la diplomacia y el ejercicio de las relaciones internacionales.
     Y precisamente por denunciar que, al igual que en Panamá cuando la invasión genocida ejecutada por George Bush padre ultimó a tiros a un corresponsal español,  ahora revela nuevos crímenes de guerra, e intromisiones intolerables, cercenando el  derecho de los pueblos a la autodeterminación, el todopoderoso régimen de la Casa Blanca pretende sentar cátedra de prepotencia tipificando como delito de lesa humanidad el ejercicio de ese periodismo que hace de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, su razón de ser.
    A Julián Assange no basta con amenazarlo de muerte, perseguirlo, bloquearle su espacio cibernético e inventarle procesos; se le quiere demonizar en una maniobra que muestra el cinismo de un fascismo resucitado que amenaza con reeditar los horrores de la Segunda Guerra Mundial, esta vez desde las cercanías de nuestros pueblos latinoamericanos. Cobra actualidad aquella sentencia que se le escuché alguna vez a un hermano mexicano al lamentarse de esta manera: “Pobre México y pobre Latinoamérica, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Pero lo más triste es que a estas alturas de la civilización, aún hay mentalidades ovejunas que se tragan ese cuento de que la potencia  arpía es paradigma que se arropa con la defensa de los derechos humanos, la democracia y la libertad.