Por Euclides Fuentes Arroyo
Así como los geófagos inventores
de proyectos de riegos para su negocio privado orquestaron el despojo de
mis coterráneos santeños, los agricultores del Valle de Tonosí, el codicioso
aparato casa teniente cocina en una gran paila de aguas negras, la expulsión de
los moradores del Chorrillo, para dar paso a complejos inmobiliarios a los
cuales sólo tendrán acceso elementos con mayores recursos que el resto de la
población.
Desde hace un par de años atrás los mercaderes del
régimen, encabezado por la élite excluyente,
pisa hasta el fondo el acelerador, para empobrecer a la clase media que,
en muchos, casos se hace la ignorante porque no ve más allá de sus narices,
mientras recoge las migajas que arroja la burguesía parasitaria en forma de
dádivas y puestos burocráticos.
Paco Gómez Nadal, periodista español, otro de los profesionales extranjeros que
junto a colegas canadienses sufrió en carne propia los rigores de la persecución
de Ricardo Martinelli, se une al grupo de comunicadores panameños que también
han sufrido los atropellos del mecanismo instaurado por la locura, viene alertando
desde hace tiempo el despropósito y así lo denuncia su columna del martes 21 de
enero de este año en el diario La Prensa. Abusos que van desde el presidio por varias semanas, de Carlos Núñez, a sus 70
años, porque intencionalmente no fue borrado del “pele-police” hasta las
lesiones ocasionadas a Filemón Medina, por
agentes de la seguridad al mando de Alejandro Garúz. El ataque injustificado al Secretario General del Sindicato de
Periodistas de Panamá, le produjo graves
lesiones que son causa suficiente para indemnizarlo por daños y perjuicios. El delito de Filemón
fue acudir al llamado de auxilio de dos unidades de una televisora local que,
aunque no son miembros de nuestra organización, eran mal tratados. Se les
asistió por cuestiones de principios que nos imponemos quienes en algún momento
asumimos la responsabilidad de la dirigencia sindical.
Desde hace ya un ratón con queso de
tiempo, los moradores del Chorrillo, barrio mártir de la invasión genocida, se
quejan de la inundación de sus casas, calles y aceras con las aguas servidas,
de su pestilencia y peligrosidad para la salud de niños, adultos y ancianos.
Primero fueron afectados algunos zaguanes del vecindario y luego el problema se
ha ido acrecentando y ya prácticamente, según muestran las imágenes de la
televisión, todo el barrio está inmerso en una laguna de inmundicia. Y el
problema no se resuelve. L os afortunados nadan en el mar de la abundancia, poco les importa la suerte de los desposeídos
que se hunden en la pobreza y se ahogan en la miseria.
Este clima insoportable, pareciera
provocado por los explotadores del negocio inmobiliario que, dada su conexión
directa con los encargados de superar el problema, sugieren que se omitan las
acciones para resolverlo pues, con el hostigamiento obligarán a las humildes mujeres y hombres del Chorrillo
a aceptar los traslados hacia el oeste de la capital, o hacia las nuevas
barriadas, aptas solo para pobres, cercanas
a la frontera con Colombia.
A todo esto se reitera, por la pantalla
chica, la publicidad engañosa que promete mejoras para quienes viven en las faldas del Ancón,
ocultándose las verdaderas intenciones que, como sostiene Gómez Nadal, violenta
su derecho ciudadano. Siendo el Chorrillo un barrio que trabaja y lucha, lo están retando a
organizarse y defender su entorno secular. Tiene que enfrentar al absolutismo
con valentía y no permitir que se materialice la amenaza. El ejemplo de los
pueblos indígenas y de Colón, les sirve de inspiración para levantarse contra
el abuso de quienes quieren expulsarlos. Ellos saben que el régimen se ha visto
obligado a retroceder cada vez que han intentado,
en los últimos años, afectar los intereses de los más en provecho de los menos.
Los excesos del gobierno han creado
conciencia en la clase popular y perfilan una justificada explosión social más temprano que tarde, aunque su soberbia no
lo permita ver.
Euclides
Fuentes Arroyo, ced. 7-44-677.
Panamá 27 de enero de 2,014.